Hola amigos. Tras el anterior artículo de
cualificación, vuelvo con esta segunda parte para centrarnos en las cosas que cualificaremos
como buenos seductores que vamos a ser. Antes de nada, debéis tatuaros esta
frase donde sea que siempre la recordéis:
“NO NECESITAMOS QUE ELLA NOS DÉ LA RAZÓN A
COMENTARIOS QUE HAGAMOS. NO HAY QUE ESPERAR A QUE ELLA NOS CONFIRME SI LO QUE
HEMOS DICHO ES CIERTO”.
Tras este inciso, empiezo el artículo con esta cita:
“Tú debes encontrar lo que la distingue de otras y
de ella misma en otros momentos de su vida; lo que ella te genera y lo que tú
le estás generando a ella, y aquello que hace que la situación también sea
especial”.
Este extracto del libro “Seductor” de Egoland
refleja a la perfección la cualificación y aquello que debemos cualificar. Como
habréis adivinado, vamos a cualificar:
- A ella
- A nosotros
- A la interacción.
Lo ideal es que ella misma se vaya cualificando
mediante cebos que le pongamos pero, evidentemente, en algún momento tendremos
que hacerle saber qué nos gusta de ella.
Lógicamente, vamos a intentar no cualificar aquello
que sospechemos que la mayoría de personas ya han detectado. Para ello, como ya
dije, tenemos que desarrollar habilidades de observación e intuición para
detectar las cualidades o atributos físicos o psicológicos que más valora ella
de sí misma, así como vocabulario para precisar.
En función de lo que detectemos y lo que nos
estimule vamos a cualificar su físico y su conducta. Normalmente recomiendo cualificar su físico a
la hora de sexualizar, ya que si no se sexualiza cuando cualificamos el físico
lo percibo como un “camino incompleto”, como si faltase algo (lo veremos en el
siguiente artículo). Por ello, en este artículo nos centraremos en cualificar
su conducta.
Según su comportamiento y el grado de vínculo que
encontremos, cualificaremos su conducta con nosotros, con ella misma, con su
grupo y con su actitud ante la vida.
Sabiendo a qué se dedica, por ejemplo, podremos
atribuirle una serie de características que son propias de su profesión. Por
ejemplo, de una enfermera destacaremos su templanza y su actitud generosa ante
una situación de riesgo aun sin que ella nos lo haya dicho (hay que ser buenos
observadores). Su conducta siempre va a aumentar lo que nos gusta de su físico
en tanto en cuanto nos gusten sus características:
Pepita: Pues soy enfermera.
Yo: ¡Ah! ¿Eres enfermera? Vaya, tienes que ser una
chica con bastante paciencia y templanza para tener ese trabajo. (Cualificamos
su conducta ante la vida) Eso me encanta y hace que tu escote sea aún más
apetecible. (Su conducta potencia su físico).
Amigos, molamos mucho. Somos unos tíos de la hostia.
Cada uno es una persona maravillosa con ilusiones, expectativas y emociones. Y
como emociones que tenemos, vamos a expresárselas. Vamos a decirle lo que nos
hace sentir sin miedo a que nos rechacen o sin miedo a perder “valor”. Si somos
unos tíos generosos, derrocharemos valor como un tío que tenga un palacio en
una isla innombrable.
Pero vamos a valorarnos y vamos a decirle qué le
está pasando con nosotros delante. Seamos conscientes de aquello que le
provocamos aunque no se lo digamos siempre (no queremos ser fanfarrones).
Debemos, así pues, mencionar lo que le estamos generando.
Yo: Natalia, veo que te ríes mucho conmigo. Debo de
estar haciéndote olvidar miles de problemas…estoy seguro de que más tarde
encontrarás la manera de agradecérmelo.
Una forma también de estar cualificándonos nosotros
de una manera indirecta es el uso del lenguaje. No importa lo que queramos
transmitir si ella no recibe bien el mensaje que queremos enviar. Por ello,
seamos precisos. Chicos, no olvidemos que cada mujer es un mundo y no todas
buscan lo mismo. Vamos a cualificar a cada una en función de su conducta ante
la vida y la situación de una manera genuina, no caigamos en el error de ser
comunes, sobre todo en el lenguaje. No vamos a usar un lenguaje del siglo XVII
pero no seáis vulgares. El castellano es uno de los idiomas más ricos,
utilicemos sus términos.
Como somos conscientes de que cada mujer es
diferente, cada situación va a ser diferente en consonancia de dónde estemos,
qué estamos haciendo y cómo nos estamos sintiendo. Cuando la cualificamos a
ella usamos la “perspectiva del yo”. Aquí usaremos la “perspectiva del
nosotros” y podemos usar un Narrador siempre que la ocasión lo requiera. Al
narrar una situación que hemos vivido los dos, va a ser más difícil que rechace
nuestro comentario.
Yo: “Nuria, me imagino que eres consciente de lo que
está pasando entre nosotros. Nos hemos encontrado en una fiesta, hemos estado
hablando durante una hora y ya nos estamos sintiendo muy atraídos el uno por el
otro, ¿no te parece precioso? (no, no hay que esperar a que ella nos diga que
sí o que no, y en el caso que nos diga que no, NI PUTO CASO).”
Chicos, hasta aquí el “qué tenemos que cualificar”.
En el próximo artículo aprenderemos a cualificar su físico y sexualizar en base
a ello.
Fénix Fire.